Ya es un mito este Barça de Guardiola, que ha practicado el mejor fútbol del planeta de principio a fin de la temporada. Desde el minuto uno hasta el último, anoche en el estadio Olímpico de Roma. El balón, el espectáculo, la valentía, la belleza en suma, es lo que ha puesto sobre los campos de Europa el conjunto azulgrana.
Todo lo que le ha llevado a proclamarse por tercera vez en su historia campeón de Europa, además de conquistar el triplete de la campaña: la Liga, la Copa del Rey y la Liga de Campeones.
Los internacionales Xavi, Iniesta y Puyol completan a su vez una temporada maravillosa, campeones de Europa primero con España y ahora con el Barça. En ambos casos, ganando con grandeza, siempre fiel al estilo que llevan en los genes. Desquiciando al mismísimo Cristiano Ronaldo, que se llevó una bronca de Xavi por sus rabietas de mal perdedor.
El Barça terminó la primera parte practicando un gran rondo. Un concierto sublime de pases, de primeros toques al espacio, de movimientos de unos y otros de estos jugadores en búsqueda incansable del desmarque... Una especie de danza infernal para los chicos de Ferguson, nada acostumbrados a estos bailes ni en la Liga inglesa, que dominan con mano de hierro, ni en Europa, donde venían de 25 partidos seguidos invictos.
Le costó al cuadro de Guardiola atrapar el balón, pero cuando lo hizo, ya no quiso soltarlo. En efecto, Xavi asumió el mando, imprimió el ritmo, impuso las reglas. Lo secundó con tranquilidad Busquets, que siempre optó por la sencillez. Y, por supuesto, Iniesta, el encargado de cambiar el ritmo cuando conviniera. A los tres se añadió Messi, que, muy lejos de Evra, actuó de media punta como ante el Madrid en el Bernabéu. E hizo una avería en la zaga inglesa cada vez que clavaba la pelota a la bota izquierda y decidía que era el momento de acelerar. Ciao, se marchaba invariablemente.
El Barça jugó con la valentía que le identifica. La defensa, muy adelantada. Los centrales, Touré y Piqué, sacando el balón jugado desde atrás, en ocasiones tomando muchos riesgos. Y el lateral improvisado, Puyol, alcanzando con profusión la línea de fondo, además de tapar completamente las entradas de Rooney. Guardiola, además, dejaba a tres hombres arriba (Messi, Iniesta y Eto'o) en los córners a favor del United.
En el arranque, el Manchester se lanzó a la yugular azulgrana. La falta serpenteante de Ronaldo en el minuto uno se le escapó de las manos a Valdés antes de que Park, ante la oposición de Piqué, rematara alto. Si quería asustar al Barça, lo consiguió. Al menos en los primeros ocho minutos. Hasta que Iniesta encontró unos metros para cambiar de ritmo con el balón pegado a los pies. Llevaba casi tres semanas parado recuperándose minuciosamente de una lesión muscular, pero Iniesta jugó con la frescura acostumbrada. Se filtró de Carrick y Emerson antes de abrir el balón a la izquierda, por donde entraba Eto'o. El delantero camerunés venía de una sequía goleadora consecuencia de sus temores a perder el pichichi en la Liga española. Pero fue llegar la gran cita y quitarse de encima todos los miedos. Quebró a Vidic con un recorte muy seco y se apresuró a disparar con la puntera derecha antes de que el cuerpo de Carrick se interpusiera entre el balón y el gol. A Van der Sar se le escurrió el tiro, tan incómodo para los porteros cuando viene de la puntera.
on la novedad de Sylvinho, la defensa azulgrana funcionó razonablemente bien. Sólo en una ocasión se escapó Cristiano y Piqué entendió que valía la pena ganarse una tarjeta antes de que el delantero portugués se plantara solo ante Valdés. Tévez fue la apuesta de Ferguson para el segundo tiempo. Sacrificó a Anderson. Al igual que Iniesta, Henry también estaba recuperado: rompió a O'Shea en una carrera larga, burló a Ferdinand y se topó, al querer colocarla, con el cuerpo de Van der Sar. El Barça encadenó tres ocasiones clarísimas. El Manchester respondió con unos minutos de asedio. El Barça perdió la posesión del balón y partido se equilibró. Rooney se cambió de nada: es más fácil irse de Sylvinho que de Puyol. Ferguson tiró con todo y eso suponía la entrada de Berbatov por Park, que resultó fallido.
El partido estaba en punto en muerto hasta que lo despertó ese león indomable que es Puyol. Robó un balón en el centro del campo, creó superioridad numérica y abrió a Xavi. Del resto se encargarían los dos cracks azulgrana: centro enroscado de Xavi y cabezazo imprevisto de Messi para colocar el balón en la escuadra de Van der Sar.
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